Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anuncieis las virtudes de aquel que os llamo de las tinieblas a sus luz admirable.
2 Pedro 2:9
Cuándo Jesús viene al rio Jordán para ser bautizado por Juan El Bautista, se refirió a él, como “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, y cuando Jesús sale de las aguas, hubo una voz que venía desde el cielo, “Este es mi hijo amado en quien tengo complacencia” . En esos instantes, es cuando el Padre estaba validando a su Hijo, bendiciéndolo, reconociéndolo, confirmando su identidad divina.
Muchos padres han engendrados hijos, les han dado la vida, pero le han negado la oportunidad de ser bendecidos, no reconociendo sus capacidades y virtudes. Sino todo lo contrario al rechazarlos, herirlos y muchas veces humillarlos; estos hijos andan por el mundo con un corazón desgarrado y más bien como han sido tan heridos ellos rechazan todo acto de bondad de otros, tienen tremendas dificultades para confiar en otros. A raiz de este dolor que llevan ; la persona que ha sido herida o rechazada, hiere a otros sin tener una razon para hacerlo.
Aunque muchos rechacen hoy a Dios, el sigue siendo el verdadero Padre que todos necesita- mos. Tiene sus brazos abiertos llamando a miles a ser parte de su Reino, invitándo a ser parte de la familia de Dios y sobretodo quiere levantar en estos últimos días, antes que el Señor regrese a buscar a su iglesia, una generación de cristianos llenos del Espíritu Santo, creyentes que tienen una identidad y propósito.
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